
Número 10, 2012
CARTA PARA TODOS
A TI MAESTRO
Ustedes me llaman “Maestro” y “Señor”… y lo Soy… (Juan 13, 13-14)
Todos salimos a vacaciones y en cuantas partes muchos no regresaron; se fueron de vacaciones permanentes a la eternidad; tal vez tuvieron un encuentro definitivo o furtivo con el gran maestro (Juan 13, 13). Definitivo si buscaron, lucharon y ganaron el cielo; ocasional si sus obras, si su falta de amor los alejó totalmente de Él, por decisión propia: pues El no vino a condenar sino a salvar (Juan 12, 47) y no aceptaron la salvación, pues no encontraron a Jesús en el niño, en el joven que se sentó tantas veces en el aula de clase con hambre, hambre física, hambre de conocimientos, hambre de Dios y lo ignoraron, les interesó más impartir conocimientos, una nota, una tarea, una investigación que la persona y el gran maestro siempre le interesó más el bien, la persona que la ley fría que no pensaba en él ser humano.
El gran maestro es el SEÑOR de la humildad y del servicio, el señor del testimonio, del ejemplo, pues enseñaba con autoridad (Mateo 7, 29) y enseñar con autoridad significa coherencia entre las palabras, lo que se enseña, lo que se dice y lo que se hace.
Nuestros jóvenes ya no nos creen, no nos respetan, no quieren nada, perdimos la enseñanza con autoridad.
El maestro se hace querer, se hace estimar, se hace escuchar y se hace obedecer, pues la palabra obedecer viene del latín ob-audire: saber escuchar; el maestro que grita no lo escuchan, lo oyen, es muy distinto y la autoridad no es imposición, no son gritos. Decía San Juan Bosco el gran educador, apóstol de los jóvenes “Si quieres que los niños te obedezcan… Ámalos”.
¿Qué autoridad puede tener un maestro que ni siquiera es creyente, que tiene una vida afectiva y sexual desordenada, que enseña a odiar, que sus palabras expresan envidia y la envidia mata más personas que las guerras, que trata a los demás con desprecio? y Jesús el gran maestro dijo “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten” (Mateo 7, 12).
El maestro es un pedagogo: el que guía a los niños; por llenarnos de tantos títulos nos olvidamos de la persona; es hora de rectificar nuestras actitudes; en el pasado hubo muchas fallas, pero hubo infinidad de valores que hicieron de los maestros una autoridad de los pueblos y los campos; no basta con preparar una clase, a los muchachos hay que prepararlos para la vida, el reto no es fácil, los antivalores nos han cogido una ventaja considerable y casi todo está en contra nuestra, ya no hay hogares, la familia la están destruyendo sistemáticamente; la televisión y la radio les encanta mostrar lo malo, lo equivocado, lo injusto; porque muchas veces condenan las personas sin que aún hayan sido juzgadas y les agrada los escándalos y Jesús decía “Ay de los escandalosos”; tenemos en contra las altas cortes que quieren aprobar la muerte para los niños y los ancianos y lo adornan con palabras “interrupción del embarazo, derecho a una muerte digna”, tenemos en contra las leyes, los gobiernos que nos han llevado al caos sexual de los jóvenes con la aceptación de las propuestas de representantes de los partidos y magistrados muchos de ellos ateos, resentidos sociales, con la dichosa frase “libre desarrollo de la personalidad” y ahí están los frutos; bien advirtió Jesús “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7, 16).
Tú maestro lo eres de la palabra y la palabra tiene poder y la palabra es sanadora y la palabra enaltece, eleva el ánimo, la autoestima; ¿Qué tan dulces son tus palabras cuando te diriges a tu familia, a tus alumnos, a los padres de familia, a tus compañeros de trabajo, a tus amigos, que tan dulces son…?
Dulzura no es alcahuetería, no es debilidad, dulzura es abundancia, es amor, testimonio, es coherencia, pues finalmente Jesús nos dijo “De la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6, 45).
